Un día estamos bien y de repente nos encontramos cayendo en túnel oscuro y profundo, cuando por fin llegamos al final es solo para encontrar un mundo donde nuestro cuerpo no nos responde, tenemos crisis que no entendemos, se nos olvidan las cosas, los que están a nuestro alrededor nos miran como anormales y nosotras terminamos más confundidas que Adán el día de las madres.
Igual que Alicia nos encontramos con una infinidad de productos que dicen “Cómeme” o “Bébeme” y ahí vamos corriendo a comprarlos con la esperanza de volver a ser las mismas mujeres que éramos antes de la fibromialgia, aquellas que un buen día fuimos y que tristemente hoy ya no somos.
En este mundo sin sentido existen dos clases de doctores, los hay como el gato Cheshire que nos hablan con acertijos y al final lo último que les vemos es el brillo del colmillo y su sonrisa siniestra.
El otro tipo de doctor es la Oruga, que se la pasa discutiendo como si ellos supieran más que nosotras cuáles son nuestros síntomas a tal grado que terminamos cuestionandonos nuestra propia identidad y se van ofendidos porque tuvimos la osadía de quejarnos que sus medicinas solo nos han producido efectos secundarios y no nos han curado nada.
El famoso Conejo es la Cura en sí misma, que corre y corre murmurando “Llego tarde” y vamos tras de él sabiendo que nunca lo podremos alcanzar. Es un Conejo escurridizo que aparece por momentos haciéndonos creer que existe y por el cual hacemos lo que sea sin saber que es tan solo una ilusión.
Por último el personaje más temido, la Reina Roja que es la fibromialgia en persona. Amanecemos con la esperanza de que este de buenas y nos deje tener un buen día, pero ella es absurda, caprichosa y enojona, por más que le demos por su lado al final termina ordenando que nos corten la cabeza…
Sí, todas somos Alicia, por eso mis Catrinas hacen un homenaje a este cuento paradójico e irracional en que vivimos las enfermas de Fibromialgia.
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