Thursday, July 23, 2015

El Lobo bajo la Caperuza


Quienes no conocen el dolor crónico no pueden imaginar el cuento de horror que vivimos quienes lo padecemos. Puede ser que hayan escuchado advertencias sobre él, tal como la mamá de Caperucita Roja le advertía a su hija sobre el malvado lobo feroz, pero a menos que estés a solas con él nunca sabrás la verdadera cara de la fiera que te acecha.

Como todas las mujeres con fibromialgia, Caperucita ama y es amada por su familia. Es ese amor lo que la impulsa a adentrarse al bosque sin tener idea de los peligros o dolores que pueda encontrar.

El dolor crónico la contempla desde lejos sabiendo de antemano el final que le dará a su víctima igual que el lobo observa a la Caperuza saboreando el instante en que le clavara sus dientes. A él le gusta jugar con ella, la hace sentir segura, cómoda, la invita a hacer actividades que parecen inocuas al principio...

“Ven conmigo Caperuza.
Déjame conocerte.
Mira qué bonito es el bosque.
Deberías recoger flores Caperuza…”

El la distrae complaciente mientras prepara su trampa.
Hasta este momento Caperuza no entiende porque todo mundo habla tan mal del Lobo.
Él es galante, gentil, no puede ser tan malvado si solo estuvo con ella una parte del camino y no le hizo nada más que apartarla un poco de sus actividades  normales como si fuera un pequeño dolor de cabeza que solo te atonta un poco pero no te tumba.
 “Si así es el lobo –piensa Caperucita- puedo vivir con él”, “Si así es el dolor crónico puedo vivir con él” –piensa quien no lo tiene- “no entiendo porque hay quienes se quejan tanto”…

Pero el lobo todavía no se muestra como es… está esperando el momento preciso, el momento en que Caperucita abre la puerta de la casa de la abuelita…

Ella entra presintiendo que en la oscuridad hay algo raro, este no es el dolor que ella conocía, este dolor es más grande y poderoso, amenaza con acabar con ella:

“Pero que ojos tan grandes tienes…
                Son para verte mejor.

Pero que orejas tan grandes tienes…
                Son para oírte mejor.

Pero que brazos tan largos tienes…
                Son para abrazarte mejor…

Y esos dientes tan largos que tienes…
                Son para devorarte mejor…

Este es el verdadero lobo que Caperucita no quería creer que existía, aquel que va a llevar escondido bajo su capa por el resto de su vida. A veces volveran a jugar a que no se conocen y lobo volverá a ser galante y gentil sin embargo el peligro siempre estará presente.

El cuento no termina ahí, hay un héroe desconocido, alguien que vio todo desde el principio, que sin saberlo Caperuza, estuvo a su lado todo el camino. Ese héroe es el leñador o en mi caso mi Marido. Él está ahí acompañándome, oyendo mis lamentos y en el peor momento cuando creo que el dolor me destroza, me da la mano y está a mi lado cuando el lobo me clava sus dientes. Algunas veces el pobre tiene que lidiar con el lobo y conmigo al mismo tiempo, pero él es valiente, amoroso y casi siempre sale victorioso de la situación sin rasguño alguno.

Tristemente en nuestra historia el dolor crónico no muere pero el amor de nuestra familia nos ayuda a enfrentarlo…


































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