Quienes no
conocen el dolor crónico no pueden imaginar el cuento de horror que vivimos
quienes lo padecemos. Puede ser que hayan escuchado advertencias sobre él, tal
como la mamá de Caperucita Roja le advertía a su hija sobre el malvado lobo
feroz, pero a menos que estés a solas con él nunca sabrás la verdadera cara de
la fiera que te acecha.
Como todas
las mujeres con fibromialgia, Caperucita ama y es amada por su familia. Es ese
amor lo que la impulsa a adentrarse al bosque sin tener idea de los peligros o
dolores que pueda encontrar.
El dolor
crónico la contempla desde lejos sabiendo de antemano el final que le dará a su
víctima igual que el lobo observa a la Caperuza saboreando el instante en que le
clavara sus dientes. A él le gusta jugar con ella, la hace sentir segura,
cómoda, la invita a hacer actividades que parecen inocuas al principio...
“Ven conmigo Caperuza.
“Ven conmigo Caperuza.
Déjame conocerte.
Mira qué bonito es el bosque.
Deberías
recoger flores Caperuza…”
El la
distrae complaciente mientras prepara su trampa.
Hasta este momento Caperuza no
entiende porque todo mundo habla tan mal del Lobo.
Él es galante, gentil, no
puede ser tan malvado si solo estuvo con ella una parte del camino y no le hizo
nada más que apartarla un poco de sus actividades normales como si fuera un pequeño dolor de
cabeza que solo te atonta un poco pero no te tumba.
“Si así es el lobo –piensa
Caperucita- puedo vivir con él”, “Si así es el dolor crónico puedo vivir con
él” –piensa quien no lo tiene- “no entiendo porque hay quienes se quejan tanto”…
Pero el lobo todavía no se muestra como es… está esperando el momento preciso, el momento en que Caperucita abre la puerta de la casa de la abuelita…
Ella entra presintiendo que en la oscuridad hay algo raro, este no es el dolor que ella conocía, este dolor es más grande y poderoso, amenaza con acabar con ella:
Pero el lobo todavía no se muestra como es… está esperando el momento preciso, el momento en que Caperucita abre la puerta de la casa de la abuelita…
Ella entra presintiendo que en la oscuridad hay algo raro, este no es el dolor que ella conocía, este dolor es más grande y poderoso, amenaza con acabar con ella:
“Pero que ojos tan grandes tienes…
Son para verte mejor.
Son para verte mejor.
Pero que orejas tan grandes tienes…
Son para oírte mejor.
Son para oírte mejor.
Pero que brazos tan largos tienes…
Son para abrazarte mejor…
Son para abrazarte mejor…
Y esos dientes tan largos que
tienes…
Son para devorarte mejor…
Son para devorarte mejor…
Este es el verdadero lobo que Caperucita no
quería creer que existía, aquel que va a llevar escondido bajo su capa por el
resto de su vida. A veces volveran a jugar a que no se conocen y lobo volverá a
ser galante y gentil sin embargo el peligro siempre estará
presente.
El cuento no termina ahí, hay un héroe desconocido, alguien que vio todo desde el principio, que sin saberlo Caperuza, estuvo a su lado todo el camino. Ese héroe es el leñador o en mi caso mi Marido. Él está ahí acompañándome, oyendo mis lamentos y en el peor momento cuando creo que el dolor me destroza, me da la mano y está a mi lado cuando el lobo me clava sus dientes. Algunas veces el pobre tiene que lidiar con el lobo y conmigo al mismo tiempo, pero él es valiente, amoroso y casi siempre sale victorioso de la situación sin rasguño alguno.
El cuento no termina ahí, hay un héroe desconocido, alguien que vio todo desde el principio, que sin saberlo Caperuza, estuvo a su lado todo el camino. Ese héroe es el leñador o en mi caso mi Marido. Él está ahí acompañándome, oyendo mis lamentos y en el peor momento cuando creo que el dolor me destroza, me da la mano y está a mi lado cuando el lobo me clava sus dientes. Algunas veces el pobre tiene que lidiar con el lobo y conmigo al mismo tiempo, pero él es valiente, amoroso y casi siempre sale victorioso de la situación sin rasguño alguno.
Tristemente
en nuestra historia el dolor crónico no muere pero el amor de nuestra familia nos
ayuda a enfrentarlo…
No comments:
Post a Comment