La bailarina
encantada
Cuenta la
leyenda que en lo más profundo del bosque vive una espantosa hechicera; no es fea
ni mala es solo que vive con una trágica pena, la soledad y todos sabemos que las
decisiones en soledad están desprovistas de amor.
Entre todos
los hechizos, conjuros y brebajes su más valiosa posesión es una cajita de
música de la cual escapa una melodía extrañamente nostálgica. Es la sinfonía de
la vida y al compás de ella danza la bailarina encantada.
Frente al peculiar instrumento los minutos se convierten en horas, las horas en días, los días en años y estos en leyendas, y es aquí donde el cuento se vuelve poesía:
Frente al peculiar instrumento los minutos se convierten en horas, las horas en días, los días en años y estos en leyendas, y es aquí donde el cuento se vuelve poesía:
La bailarina no para ni por un instante y la bruja, que no es mala, se siente por un momento acompañada y tal vez, solo tal vez, un poquito amada.
La bailarina da giros en el aire sintiendo que sus pies dejan el suelo por un instante, la bruja con sus manos parece guiarla al ritmo que la sinfonía de la vida marca. En este maleficio la bailarina danza y danza sin importar a nadie si ella está extenuada.
Y es lo que nos pasa a quienes tenemos fibromialgia, nuestra vida no es cuento ni poesía, vivimos en compañía de una bruja que cree que no nos ama y bailamos al ritmo de la vida como títeres o bailarinas encantadas que lucen siempre unas zapatillas moradas.
La bailarina da giros en el aire sintiendo que sus pies dejan el suelo por un instante, la bruja con sus manos parece guiarla al ritmo que la sinfonía de la vida marca. En este maleficio la bailarina danza y danza sin importar a nadie si ella está extenuada.
Y es lo que nos pasa a quienes tenemos fibromialgia, nuestra vida no es cuento ni poesía, vivimos en compañía de una bruja que cree que no nos ama y bailamos al ritmo de la vida como títeres o bailarinas encantadas que lucen siempre unas zapatillas moradas.